A David, antes de que transmutara posteriormente Krapoola, le conocí una mañana hace siglos en un afterhours que se prolongó hasta otro after en la que entonces era su guarida. Casi de inmediato desde aquella primera reunión surgió una amistad que se multiplicó en otros encuentros, afters y experiencias narcóticas donde David me hacía partícipe de sus vinilos y en las que al tiempo que yo buceaba perdido en las portadas, también compartíamos nuestros delirios tanto estéticos como vitales. Estas reuniones azarosas me permitieron poco a poco ir aproximándome a su espectro sonoro y esta aproximación ejerció en mi la influencia de un nutriente que además me empujó a replantear el significado del sonido o de la música o como lo queramos llamar en mi ejercicio como artista.
Krapoola es un personaje en gris, naranja y negro que arrastra un torbellino de ideas que se atropellan y de trastos absurdos, que invade todas las facetas de su vida. Un ser enmascarado y extravagante que desde un caos a veces insostenible construye una realidad de una estética que es vital e imposible de desasociar de si mismo.
Este caos creativo, en el momento en que todo parece derrumbarse, súbitamente expulsa o alumbra una criatura, casi siempre un tanto monstruosa, a veces incomprensible, ya sea esta tangible o tan sólo sonora, a la que terminas arropando. Una criatura como venida del más allá o quién sabe de dónde coño, nacida portadora de los genes de la transgresión, la inconformidad y vacunada del mal de lo obvio.
La música siempre vuela planeando en círculos sobre su figura y donde se esconde Krapoola siempre se escucha un ruido de fondo…
Será en el Garaje Sónico, c/San Andrés al lado de la Plaza del 2 de mayo, este jueves 8 de abril, sala 2 (fondo), a partir de las 22:30 Metro Tribunal.
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